Por Hugo Bento
A sus vitales 72 años, la prestigiosa filósofa argentina Esther Díaz sigue ejercitando cotidianamente la seducción, como quién ejercita un don natural o adquirido con experiencias de vida. No sólo en el plano intelectual, de la docencia universitaria, donde se mueve como pez en el agua, sino también físicamente. Su imagen personal cuidada con vocación de diva, en la que resaltan sus ojos verdes, su peinado punk y su piel radiante Botox mediante, delata que todavía se siente en carrera para juguetear con alguien si le gusta y se siente deseada.
El pudor queda de lado ante la posibilidad de establecer contacto íntimo con un hombre que esté dentro de su target. “Para una relación fácil, para una relación toco y me voy, me gustan los morochones, y como soy mucho más federalista que unitaria, si es posible provinciano y más joven que yo”, afirma sonriendo. “Pero para una relación más extensa, no.
En una oportunidad yo tuve que escribir un aria para un músico, un tipo de mi edad, nada agraciado físicamente. Estábamos en Suiza, y yo lo ví interpretar su instrumento con una maestría tal, que yo dije: ‘si este viejo me diera bola, me importa un carajo que sea viejo y que sea feo’. Porque ahí había otra cosa. |
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Foucault (filósofo francés) era homosexual, pero de un tipo como Foucault, con esa inteligencia, aunque fuera un tipo viejo y desagradable, yo me enamoro. Porque hay dos tipos de enamoramiento: está el enamoramiento físico y el enamoramiento intelectual. Como te pasará a vos y a todo el mundo: el ser perfecto no lo encontrás, pero lo podés pensar”.
Cuando los candidatos salen rajando
Una vez recibida, se apasionó con la estética del rock. Con su nuevo look que incluía cuero, tachas y remeras de Pink Floyd, dictaba clase en el Ciclo Básico, donde fue profesora titular de Pensamiento Científico durante veinte años. Esther admite que en la misma época en que se animó con los muchachos comenzó el reconocimiento público de su trayectoria y entonces se esfumaron los candidatos.
Curiosamente, su prestigio intelectual, su presencia mediática en diarios y television, le jugó en contra a la hora de iniciar una nueva relación afectiva. A tal extremo que sus colegas varones dejaron de verla como mujer, como objeto erótico. Los potenciales pretendientes del mundo académico “salían rajando”. Ella cree que “una intelectual medianamente conocida espanta también a los no académicos”.
“Sólo me abordan quienes no saben quién soy”, nos dice la filósofa, interpretando que “este es un tema de la sociedad machista. O sea, el hombre en general, por supuesto que debe haber excepciones, no se banca que la mujer tenga en algún ámbito más prestigio que él. Y esto lo veo en las parejas de colegas míos. ¿Cuáles son las parejas que se conservan a través de los años? La que la mina, por ser más inteligente que el tipo, tiene perfil bajo. Entonces, él es el que habla, el que expone en las reuniones, el que brilla en las clases de filosofía, y después en la intimidad te das cuenta que la mina es mucho más brillante que él. Pero la seducción de ella ante ese hombre es justamente tener perfil bajo”.
Atrapar la atención del otro
Esther Díaz, desde que siendo niña escribía poesía y quería ser una escritora famosa hasta hoy que es Doctora en Filosofía y autora de más de una veintena de libros (entre ellos “La sexualidad y el poder”), en todas las actividades que emprendió lo que quiso siempre es seducir.
“Y físicamente también –explica– porque yo era una nena muy linda, tenía unos ojazos verdes, cantaña clara, piel blanca, y las monjas siempre me ponían como solista en los actos. Así que siempre tuve algo del orden de la seducción”.
“Después, cuando soy filósofa, estudié de qué se trata. Seducir es tratar de que el otro venga hacia vos. O sea, el que seduce intenta justamente atrapar la atención del otro. Y para seducir obviamente hay que desplegar toda una batería de técnicas, que me salieron desde chiquita y cuando fueron pasando los años las fui perfeccionando”.
“Ese tratar de traer hacia si está en todos los niveles de mi vida. Está en los niveles de todas las personas, lo que pasa es que algunos desarrollan más técnicas que otros. El bebe, que es el ser con menos posibilidades de defenderse, ¿qué hace? Es seducción pura. Porque necesita de los otros. Y las personas muy mayores, a su modo, a no ser que estén muy deprimidas, también tratan de seducir, aunque sea equívocamente, quejándose, porque si bien a nadie le seduce alguien que se queja, el asunto es llamar la atención. Si te quejás, ¿para qué es? Para llamar la atención, para seducir, porque la seducción no es solamente erótica como se suele pensar, la seducción es en todas las relaciones humanas. Por supuesto que algunos no la desarrollan, pero aún los que no la desarrollan también quisieran tener sus admiradores. Dice Nietzsche: ‘hasta el último gana pan quiere ser un Dios para alguien’. Todos necesitamos que alguien nos diga: ¡qué bueno que sos, qué lindo, qué bien que hacés las cosas…! Es una necesidad que tenemos todos. Algunos las tenemos más conscientes y otros no”.
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Esther puntualiza que en el ritual de seducción, la otra parte tiene que estar dispuesta a dejarse llevar. “También hay que tener el olfato como para darse cuenta si por ahí no va la cosa. A nuestras edades todos tenemos experiencias de haber sido rechazados amorosamente alguna vez, y bueno está bien, no le podemos gustar a todo el mundo. Por supuesto que eso duele. Es un aprendizaje, un cuidado sobre si mismo que hay que hacer como para poder bancarse la frustración”.
El fanfarrón produce rechazo
En relación a si existen diferencias entre la seducción masculina y la femenina, Esther Díaz sostiene que “en las formas sí, pero en el fondo supongo que no. Es la necesidad de atraer al otro. Por supuesto un tipo no va seducir poniéndose un escote. El fanfarrón, el que alardea, el baboso, desde el punto de vista de las mujeres, produce rechazo más que seducción.
Esa gente que no está segura de si misma y a veces me siento así yo misma, está sola. Si yo estuviera segura de mi misma no me tendría que desesperar tanto por el reconocimiento del otro, lo que pasa es que los seres humanos somos seres indefensos, que estamos a la intemperie y que estamos buscando un lugar en el mundo, un poco de cariño y no siempre lo hacemos con los mejores medios”.
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